- ¿Qué oíste? -Los ojos dorados se suavizaron.
- Dijiste que me querías.
- Eso ya lo sabías -le recordé, hundí mi cabeza sobre su hombro.
- Da lo mismo, es agradable oírlo.
Oculté la cara contra su hombro.
- Te quiero -susurré.
- Ahora tú eres mi vida -se limitó a contestar.
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